EL ESTALLIDO DE LA CONCIENCIA XI


 

(Un recuerdo de Vietnam)

Julio de 1980                                                                         8007D1

Sueño no era lo que tenía que haber en las trincheras. Se me levantaba cada dos horas para hacer una hora de guardia. La angustia se apoderaba de mí con cada pequeño ruido que se ampliaba en la inquietud de la noche. Mi imaginación hacia lo mejor que podía de mí cada vez que un sonido inundaba mi mente con imágenes negativas. Fui relevado cuando al amanecer finalmente llegó salpicando el horizonte.

Después de un desayuno con raciones del tipo C, café y cigarrillos, nuestro pelotón se movió hacia una posición de vanguardia para movilización. El Capitán Goldburg vino para dirigirnos y se volteó en mi dirección. "Tu vas a explorar", dijo Goldburg en una orden, aunque en tono cuestionador.  Me volteé para ver si estaba hablando a alguien más.  ¡No tuve tanta suerte!  Deduje que yo era el explorador.  El Capitán señaló hacia un caserío a 400 yardas más allá y me dijo que tuviese cuidado al moverme hacia él.  "Cuando llegues a ese caserío verás un cementerio a la izquierda y un caserío bombardeado más allá.  Detente en el caserío" me dijo.

Mientas me acercaba al caserío, me puse tenso. Podía ver a los pobladores cocinando su desayuno y todo parecía tranquilo. Comencé a caminar entre ellos con mi rifle listo. Los pobladores continuaron en lo que estaban. Sonidos de gente hablando en un idioma extranjero, el olor a comida, el humo, bestias de carga, y mi propia transpiración inundaba mi conciencia. Atravesé el poblado sin que sucediera nada y me alivié en algo.

El cementerio estaba tranquilo y mientras me daba cuenta de las lápidas rotas, supe que en el lugar había habido alguna reacción. Moviéndose a través de esa área, comencé a sentirme más tranquilo. Cuando me acercaba al borde del cementerio, repentinamente me tropecé con algo que hizo que mi cuerpo entero cayera hacia delante. Simultáneamente, tres rondas fueron disparadas hacia mí mientras me estaba cayendo. De haber estado de pie, hubiese sido herido. Rodé hasta una tumba, encendí un cigarrillo, e hice una tasa de café mientras el resto de mi compañía se acercaba. Cuando mis amigos me llamaron, no respondí porque estaba demasiado cerca de los tiradores.

Diez años después, revivió esta escena en mi mente y me di cuenta de que estaba en un área francamente abierta cuando me caí y que no había nada que pudiera ver que me hiciera caer. Le pregunté a David sobre esta situación y él me dijo que Soloman (mi guía) había materializado su forma para derribarme y que casi había recibido el mismo los proyectiles.  Estuve agradecido y fascinado.  Ahora entiendo más claramente que nunca, cómo nuestros guías pueden interferir en situaciones de vida y muerte, aunque ellos nunca puedan decirnos qué hacer bajo circunstancias ordinarias.

Salvatore Cacciola

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