EL ESTALLIDO DE LA CONCIENCIA

Parte  III

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Dos meses después de haber sido herido en Viet Nam, llegué al Hospital Naval San Albans en Queens, Nueva York. El trayecto desde Floyd Bennett Field en Brooklyn a Queens fue realizado con unos autobuses especialmente equipados. Mi camilla estaba al nivel de la ventana y podía ver que estábamos en medio de un tráfico muy pesado. Mi ánimo estaba bastante feliz porque ya estaba casi en mi casa; pero eso cambió cuando ví la expresión de las caras de las personas cuando veían hacia nosotros. ¿Por qué no podían sonreír y darnos la bienvenida a casa?. Comencé a sentirme triste. Fuimos sacados del autobús y llevados a nuestros pabellones.

Había llamado a mis padres la noche anterior desde Washington D.C. y por tanto ellos sabían cuándo llegaría. Cuando mi familia vino al hospital, pasaron por mi lado y no me reconocieron ya que había perdido mucho peso. ¡Fue una gran reunión!. Mi madre prácticamente chequeó cada pulgada de mi cuerpo, lo cual me hizo sentir abochornado, pero fue grande sentirse en casa y verlos a todos.

Vinieron a verme también muchos amigos y familiares. Como yo había sido un estilista de cabellos, conocía a muchas mujeres que vinieron a visitarme; algunas querían cerrar las cortinas porque habían metido de contrabando una botella de champán. ¡El sonido del corcho del champán nos deleitaba y los comentarios de mis compañeros eran alegres!

La terapia física consistía en nadar y en mis propios intentos de tratar de caminar otra vez. El primero de Noviembre tuvo mi primera operación que cerró mi colostomía (mi redireccionado sistema de cañerías). Luego de unos pocos días, llegué a estar plenamente consciente. ¡Me sentía como si hubiese sido golpeado en el estómago con una mandarria!. Los muchachos de la sala vinieron a felicitarme por un incidente que había ocurrido mientras las enfermeras estaban sacándome de la camilla y tratando de ponerme en mi cama. Parece que ellas estaban adormiladas y casi me dejaron caer al piso. Mis compañeros me dijeron que llegué a estar consciente y que les hablé a las enfermeras con un lenguaje muy fuerte. Una enfermera en particular se sintió plenamente aludida por lo que estaba diciendo toda vez que fue la más disgustada en la sala por su insensible sentido “Mickey Mouse” de lo que quería hacer a cada uno. Me gustaría recordar lo que le dije; probablemente no fue muy bonito.

El 21 de Noviembre, una segunda operación se realizó para corregir un tímpano perforado. Esta vez estaba despierto porque la operación, dijeron, sólo tomaría una hora. Mi cabeza estaba atada a la mesa, con mi cara viendo a un reloj en la pared. Usaron un anestésico local en mi oído y me insertaron lo que yo sentí como un embudo con una manija para abrir el oído. Naturalmente, ¡no estaba estremecido con esta sensación!. La operación fue más allá de la hora estimada por el doctor y fue fastidioso estar confinado a esa posición. Tres días después regresé a mi sala regular.

POR VENIR
Continuación  Parte IV
Salvatore Cacciola

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